"El trágico reinado de Eduardo II, la triste muerte de su amado Gaveston, las intrigas de la Reina Isabel y el ascenso y caída del arrogante Mortimer" irrumpió el jueves pasado 3 de octubre en la Sala Martín Coronado, despertando ovaciones y, como era de esperar, alguna que otra polémica. Las funciones son de miércoles a sábados a las 20 horas y los domingos a las 19 horas, en el Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530), CABA.
Esta adaptación de la obra de Christopher Marlowe, a cargo del trío conformado por Carlos Gamerro, Oria Puppo y Alejandro Tantanian, se sumerge en las turbulentas aguas del poder y el deseo con una audacia que deja sin aliento. El montaje, lejos de conformarse con una mera reproducción del texto isabelino, propone una lectura contemporánea que hace temblar los cimientos de lo políticamente correcto.
La trama, centrada en el controvertido reinado de Eduardo II y su relación con Piers Gaveston, sirve como vehículo para explorar temas que resuenan con fuerza en nuestra sociedad actual. El amor homosexual en las esferas del poder, la intolerancia, las intrigas palaciegas y la violencia institucional se entrelazan en un relato que, a pesar de su origen renacentista, golpea con la fuerza de un puñetazo al presente.
Uno de los puntos fuertes de esta adaptación es, sin duda, la actuación de todo el elenco, el cual resulta todo un acierto. Encabezado por un arrollador Agustín Pardella como Eduardo II y una Sofía Gala Castiglione que brilla con luz propia en el papel de la Reina Isabel, logra transmitir la intensidad emocional y la complejidad de sus personajes. La química entre Pardella y Patricio Aramburu, quien interpreta a Gaveston, es palpable, creando momentos de una intimidad tan conmovedora como perturbadora.
La puesta en escena es, sin lugar a dudas, uno de los puntos altos de la producción. Oria Puppo despliega todo su talento en una escenografía mutante que transforma la sala en un universo onírico y cambiante. El vestuario, también a su cargo, juega con anacronismos que subrayan la atemporalidad del conflicto. La iluminación de Sol Lopatín y Magdalena Ripa Alsina crea atmósferas que van desde lo etéreo hasta lo opresivo, mientras que la música original de Axel Krygier envuelve la acción en un manto sonoro inquietante.
Alejandro Tantanian, en la dirección, demuestra por qué es uno de los nombres más respetados de la escena teatral argentina. Su visión, audaz y sin concesiones, imprime un ritmo vertiginoso a la narración, alternando momentos de lirismo con otros de crudeza descarnada. La decisión de incorporar elementos de danza contemporánea, a cargo de Josefina Gorostiza, añade una capa adicional de expresividad que potencia el impacto emocional de las escenas clave.
El texto, adaptado con maestría, logra el difícil equilibrio entre la fidelidad al espíritu de Marlowe y la necesaria actualización para conectar con el público del siglo XXI. El uso del voseo y de expresiones coloquiales convive armoniosamente con pasajes de alto vuelo poético, creando un contraste que refleja la dualidad entre lo mundano y lo trascendente que permea toda la obra.
No faltan los guiños intertextuales para los amantes del teatro isabelino, con referencias a Shakespeare que enriquecen la experiencia para los más versados, sin por ello alienar al espectador casual. Tampoco se escatiman las alusiones a la realidad política contemporánea, aunque algunos podrían argumentar que estas incursiones en lo cómico restan solemnidad a los momentos más dramáticos.
Al final, "El trágico reinado de Eduardo II" se erige como un espectáculo que trasciende las fronteras del mero entretenimiento para convertirse en un espejo incómodo de nuestra sociedad. Nos obliga a cuestionar nuestros prejuicios, a enfrentar la persistencia de la intolerancia y a reconocer que, a pesar de los siglos transcurridos, seguimos luchando contra los mismos demonios que atormentaban a los contemporáneos de Marlowe.
Esta producción del Teatro San Martín no solo reafirma la vigencia del teatro clásico, sino que demuestra su capacidad para sacudir conciencias y generar debate. Es, sin duda, una de esas raras joyas que justifican la existencia misma del arte escénico: provocadora, visceral y, sobre todo, necesaria. Una experiencia que ningún amante del buen teatro puede darse el lujo de perderse.
El elenco está integrado por Agustín Pardella, Sofía Gala Castiglione, Patricio Aramburu, Eddy García, Luciano Suardi, Santiago Pedrero, Gabo Correa, Lalo Rotaveria, Sergio Mayorquín, Francisco Bertín, Matías Marshall, Belisario Sánchez Dansey, Byron Barbieri, Martín Antuña y Esteban Pucheta. Bailarines: Juan Martín Ahumada, Agustín Farfán, Ignacio Fittipaldi, Valentina Gauthier, Candela Navarro, Agustín Salinas.