En el corazón del centro de la ciudad, donde el tango y el lunfardo aún resuenan en las calles, el Teatro Buenos Aires nos invita a sumergirnos en un viaje temporal con la obra "Lo llaman Viruta". Esta propuesta teatral, escrita y dirigida por Gustavo Andrés Rocco, ha comenzado su segunda temporada el pasado 20 de agosto, prometiendo cautivar nuevamente al público porteño con su encanto arrabalero. Las funciones son los martes a las 20hs, en Rodríguez Peña 411, CABA.
La puesta en escena, transporta al espectador al Buenos Aires de principios del siglo XX, una época dorada donde los guapos y malevos dominaban las esquinas, y el tango emergía como la voz del pueblo. Con una economía de recursos que roza lo magistral, Rocco logra recrear todo un universo con solo tres actores y un espacio escénico minimalista.
Lucas Foresi, Sergio Ríos y Cristian Andreo conforman un trío actoral de primera línea, cuyas interpretaciones son el verdadero corazón de la obra. Su dominio del lunfardo y la gestualidad de la época es simplemente sublime, permitiéndonos olvidar por completo que estamos en 2024 y no en los albores del 1900.
La trama, aparentemente simple, se desarrolla en torno a una conversación nocturna entre dos guapos. Lo que comienza como un intercambio de anécdotas sobre la vida en el arrabal, pronto se transforma en un intrigante misterio que involucra a un talentoso bailarín de tango. Es en este punto donde la obra trasciende la mera recreación histórica para abordar temas universales y atemporales: el miedo, los sueños, la memoria y el inexorable paso del tiempo. Rocco demuestra una habilidad excepcional para entretejer el humor con momentos de profunda reflexión. Las risas del público se mezclan con suspiros de nostalgia, creando una atmósfera única que fluctúa entre la comedia y el drama con una naturalidad asombrosa.
Lo más destacable de "Lo llaman Viruta" es su capacidad para establecer un diálogo entre el pasado y el presente. A través de las vivencias de estos personajes de antaño, nos vemos reflejados en sus anhelos, miedos y luchas. La obra nos recuerda que, aunque la ciudad ha cambiado, el espíritu de sus habitantes permanece intacto. La dirección de Rocco es precisa y respetuosa con la época que retrata. Cada gesto, cada inflexión en el habla de los personajes, ha sido cuidadosamente trabajado para lograr una autenticidad que rara vez se ve en las tablas porteñas.
El vestuario y la escenografía, aunque austeros, logran transportarnos eficazmente a los arrabales de principios de siglo. Es imposible no mencionar el uso magistral del lenguaje. El lunfardo fluye de manera natural, sin caer en el cliché o la caricatura. Para aquellos no familiarizados con este rico dialecto, la obra sirve como una deliciosa introducción, mientras que para los conocedores, cada frase es un deleite nostálgico.
"Lo llaman Viruta" también nos invita a reflexionar sobre nuestros hábitos contemporáneos. En una época dominada por la hiperconectividad digital, la obra nos recuerda el valor de la conversación cara a cara, de perderse en historias contadas al calor de la noche, sin la mediación de pantallas o redes sociales.