17 Jun
17Jun

En la cartelera off porteña continúa brillando "Mongo y el ángel", una cruda pero esperanzadora propuesta del reconocido autor Héctor Oliboni, bajo la sensible dirección de Marcelo Velázquez. Esta puesta en escena nos sumerge en las vidas de tres personajes marginales que sobreviven en las calles de Buenos Aires, ofreciéndonos un espejo de una realidad que muchos prefieren ignorar. Las funciones son todos los viernes a las 20 hs, hasta finales de julio en Teatro del Pueblo, Lavalle 3636, Almagro, CABA. 

La trama gira en torno a Mongo, Pino y Liliana, tres almas solitarias que encuentran un vínculo inesperado en las cercanías de un teatro abandonado. Allí, entre los despojos y la hostilidad urbana, construyen un refugio emocional donde la magia y la esperanza logran abrirse paso. 

La dirección de Marcelo Velázquez resulta fluida. Con una puesta en escena sensible y llena de emociones, logra darle voz a los invisibilizados de la sociedad. Cada gesto, cada mirada, cada silencio adquiere un peso inmenso bajo su batuta.



Las actuaciones son sencillamente certeras. Bautista Duarte encarna a la perfección a Mongo, un hombre de edad madura que ha tocado fondo pero conserva una profunda dignidad. Su interpretación, repleta de matices y silencios elocuentes, cautiva desde el primer instante. Duarte logra transmitir la resiliencia de su personaje de manera conmovedora. Por su parte, Martín Urbaneja se roba el corazón del público con su entrañable Pino, un ángel callejero que irradia optimismo y bondad a pesar de las adversidades. Urbaneja consigue hilaridad y ternura en partes iguales, dejando en claro que la locura de su personaje es, en realidad, una sabiduría superior.

Pero es Silvina Katz quien se lleva todos los laureles con su impecable composición de Liliana, una prostituta cansada y solitaria que encuentra en Mongo y Pino un resquicio de esperanza. Katz demuestra una vez más su versatilidad actoral, entregando una interpretación desgarradora y llena de carisma. Su presencia en escena es hipnótica. 

En el aspecto técnico, sobresale el diseño escenográfico de Ariel Vaccaro, que recrea con acierto el entorno callejero en el que transcurre la historia. La música original de Fernando Laub y el vestuario de Paula Molina completan una propuesta estética coherente y efectiva. 

Pero más allá de los méritos artísticos, "Mongo y el ángel" logra algo aún más valioso: sensibilizarnos ante una realidad que muchos prefieren ignorar. Nos recuerda que detrás de cada persona en situación de calle hay una historia de vida, una lucha por la dignidad y la supervivencia.

Oliboni nos invita a reflexionar sobre la indiferencia y la crueldad con la que muchas veces tratamos a quienes han tocado fondo. Nos interpela a tender una mano, a regalar una sonrisa o, simplemente, a mirar a los ojos a esos "espectros" que deambulan por las calles. En tiempos difíciles, cuando la crisis económica y social arroja a tantos al desamparo, esta obra adquiere una relevancia aún mayor. Nos recuerda que, incluso en las situaciones más adversas, siempre hay lugar para la esperanza y la ayuda, ya sea divina o humana.



"Mongo y el ángel" es, en definitiva, un canto a la dignidad y a la compasión. Una obra que nos sacude, nos conmueve y nos invita a ser mejores personas. Una propuesta imperdible que merece ser vista y reflexionada.



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