En su más reciente obra, "Los amantes astronautas" (2024), Marco Berger nos invita a un viaje que trasciende las fronteras del espacio y el tiempo, aterrizando en el terreno inexplorado del deseo humano. Con la destreza de un alquimista cinematográfico, Berger fusiona elementos de comedia romántica, drama psicológico y coming-of-age para crear una experiencia única que desafía las convenciones del cine LGBTIQ+.
La película se erige como un monumento a la ternura y la inocencia, recordándonos a la ópera prima del director, "Plan B". Sin embargo, "Los amantes astronautas" no es una mera repetición, sino una evolución en la exploración bergertina de la sexualidad masculina. Aquí, el cineasta argentino demuestra una vez más su capacidad para abordar temas complejos con una mirada fresca y desafiante.
La trama, aparentemente simple, se despliega como un juego de espejos donde nada es lo que parece. Pedro, un joven español con raíces argentinas interpretado geniualmente por Javier Orán, llega a una casa de veraneo y desencadena un torbellino de emociones en Maxi (Lautaro Bettoni), un chico que acaba de romper con su novia y nunca ha cuestionado su heterosexualidad. Lo que comienza como un juego de celos improvisado para provocar a una ex, pronto se convierte en un viaje de autodescubrimiento que mantiene al espectador en vilo durante casi dos horas.
Berger teje una narrativa llena de giros sutiles pero significativos. Cada interacción entre Pedro y Maxi está cargada de tensión sexual y emocional, creando un campo magnético que atrapa tanto a los personajes como a la audiencia. El director juega magistralmente con las expectativas, llevándonos por un laberinto de deseos reprimidos y revelaciones inesperadas.
La cámara de Berger, como un testigo silencioso pero omnipresente, se enfoca casi exclusivamente en la dinámica entre los protagonistas. Esta elección visual intensifica la sensación de intimidad y claustrofobia, convirtiendo cada mirada y gesto en un universo de posibilidades. Los personajes secundarios, interpretados por talentos como Mora Arenillas, Ailín Salas e Iván Masliah, orbitan alrededor de la pareja principal, aportando perspectivas adicionales y momentos de comicidad que equilibran la tensión central.
Las actuaciones son el corazón palpitante de "Los amantes astronautas". Lautaro Bettoni brilla en su papel de Maxi, navegando con destreza la complejidad de un personaje atrapado entre su identidad establecida y sus deseos emergentes. Su interpretación es un baile delicado entre vulnerabilidad y bravuconería, capturando perfectamente la confusión y el miedo que acompañan al autodescubrimiento.
Javier Orán, por su parte, aporta una frescura y autenticidad a Pedro que resulta irresistible. Su personaje, más abierto y seguro de su sexualidad, sirve como catalizador para la transformación de Maxi. La química entre ambos actores es palpable, haciendo que incluso los momentos de silencio estén cargados de significado.
El guion, aunque por momentos cae en diálogos demasiado elaborados, logra en su mayoría una naturalidad sorprendente. Berger tiene un oído agudo para el habla cotidiana, salpicando la narrativa con referencias pop y juegos de palabras que resuenan con autenticidad. Esta autenticidad es crucial para el éxito de la película, ya que nos permite creer en la realidad de estos personajes y su mundo.
"Los amantes astronautas" es más que una simple historia de amor. Es una meditación sobre la naturaleza del deseo, la fluidez de la identidad y los miedos que nos impiden ser quienes realmente somos. Berger no ofrece respuestas fáciles ni moralejas simplistas. En cambio, nos invita a cuestionar nuestras propias suposiciones sobre el amor, la sexualidad y la conexión humana.
La película también sirve como un comentario sutil sobre la sociedad argentina contemporánea. A través de los ojos de Pedro, un extranjero que es a la vez familiar y extraño, Berger examina las contradicciones y complejidades de la masculinidad latinoamericana. El resultado es un retrato matizado que evita los estereotipos y abraza la ambigüedad.
En última instancia, "Los amantes astronautas" nos recuerda que el viaje más largo y desafiante no es hacia las estrellas, sino hacia nuestro interior. Marco Berger ha creado una obra que es a la vez íntima y universal, una exploración valiente del territorio inexplorado del corazón humano. Como los astronautas que dan título a la película, los personajes de Berger se aventuran en lo desconocido, enfrentando sus miedos y descubriendo nuevos mundos de posibilidades.
Esta película no solo consolida la posición de Berger como uno de los cineastas más interesantes de Argentina, sino que también empuja los límites de lo que el cine LGBTIQ+ puede ser y hacer. "Los amantes astronautas" es un testimonio del poder del cine para iluminar las complejidades de la experiencia humana y, en el proceso, tal vez ayudarnos a entendernos un poco mejor a nosotros mismos.