El documental de Saula Benavente, "Una vez, un circo", constituye un hallazgo cinematográfico imprescindible que rescata del olvido la épica visita del Circo de Moscú a Argentina en 1966. La obra, que se estrena comercialmente el 17 de abril tras su paso por el BAFICI 2025, reconstruye con precisión aquel acontecimiento cultural sin precedentes en plena Guerra Fría.
La narrativa recoge un episodio fascinante: Saulo Benavente, padre de la directora y reconocido escenógrafo argentino, "se mandó la parte" en la URSS diciendo provenir de una familia circense. El desafío soviético no tardó: "Lleve nuestro circo a Argentina". Esta anécdota familiar devino en un intercambio cultural que perduró décadas, sorteando tensiones políticas internacionales.
ESTRENO NACIONAL: 17 de ABRIL 2025 - Argentina
Benavente utiliza un extraordinario archivo visual y testimonios de protagonistas que revelan las entrañas de aquella primera visita que congregó a 400.000 espectadores en el Luna Park. El contraste con nuestros circos criollos resultó brutal: mientras el Circo Rivero o el Circo Rodas mantenían tradiciones familiares con recursos limitados, los soviéticos desplegaban un aparato estatal de disciplina y técnica incomparables.
La película expone el rol del circo como herramienta de poder blando soviético. Desde Catalina la Grande, quien impulsó las artes circenses de la mano del inglés Charles Hughes en el siglo XVIII, hasta la revolución bolchevique que vio en el circo un arte popular transversal a las clases sociales. Los líderes revolucionarios crearon escuelas específicas desde 1927, elevando la disciplina circense al nivel del ballet ruso.
El documental traza paralelos históricos impactantes. Durante los años que los circos argentinos sufrieron la censura y persecución de la dictadura militar, los artistas soviéticos actuaban ante multitudes en Argentina con cuatro funciones diarias. La diferencia radica en el respaldo institucional: mientras el Estado soviético financiaba 50 compañías y construía edificios permanentes, los circos argentinos sobrevivían en carpas precarias, con artistas que aprendían de padres a hijos sin formación académica.
"Una vez, un circo" retrata también las grietas del sistema: las deserciones de artistas que escaparon del régimen, las tensiones internas y la corrupción estructural que reflejaba los problemas más amplios de la URSS.
El material audiovisual recuperado por Benavente ofrece momentos extraordinarios: Pipo Pescador promocionando una gaseosa soviética o las imponentes instalaciones arquitectónicas que albergaban estos espectáculos, tan distintas de las carpas itinerantes argentinas.
La directora logra un equilibrio notable entre nostalgia y crítica. Su obra funciona como radiografía del esplendor, decadencia y caída soviética, mientras examina cómo la destrucción del aparato estatal tras la Perestroika desintegró también este arte sublime.
El film nos transporta a aquella época con eficacia técnica impresionante. Las entrevistas con ex artistas, muchos dispersos por el mundo tras el colapso soviético, añaden profundidad emocional al relato histórico.
Esta historia del circo ruso refleja las contradicciones de un sistema que encendió ilusiones colectivas pero sucumbió ante su propia rigidez y abandono de las libertades individuales. "Una vez, un circo" deja un sabor agridulce: muestra la pérdida de una expresión artística extraordinaria, sacrificada en el altar de las transformaciones políticas mundiales.
En tiempos donde el arte circense busca reinventarse, este documental nos recuerda que existió una cumbre artística irrepetible, producto de un contexto histórico específico que Argentina tuvo el privilegio de disfrutar.