Desde su estreno el 11 de enero, "El niño y la garza", la más reciente joya cinematográfica de Hayao Miyazaki, ha cautivado a audiencias argentinas, convirtiéndose en un fenómeno de taquilla bajo el respaldo de Cinetopia. Con más de 85,000 espectadores, la película ha dejado una impresión duradera en el público. Su reciente nominación a Mejor Película Animada en los premios Oscar 2024 confirma su estatus como una obra destacada.
El universo del cine animado ha sido moldeado por maestros inolvidables, desde Walt Disney, el arquitecto de un imperio cinematográfico, hasta Chuck Jones, artífice de los Looney Tunes, y John Lasseter, líder creativo en la época dorada de Pixar. Sin embargo, en esta panorámica imponente, emerge la figura trascendental de Miyazaki, un cineasta japonés cuyo impacto global se equipara a gigantes como Tarantino, Nolan o Spielberg, a pesar de que su epicentro creativo no reside en Hollywood, sino en Japón.
Desde la creación del Studio Ghibli en los setenta junto a Takahata, Miyazaki ha trazado una carrera llena de hitos, influyendo tanto en Oriente como en Occidente. Su habilidad para tejer puentes entre culturas, explorando temáticas universales y diseñando personajes matizados con ambigüedades, distingue su obra. En sus narrativas, prevalece un humanismo persistente, reflejando la creencia en el potencial positivo de la humanidad y abogando por un crecimiento virtuoso a través del amor y la comprensión mutua.
"El niño y la garza" marca el regreso triunfal de Studio Ghibli, siendo una creación magistral escrita y dirigida por el renombrado Hayao Miyazaki. Este visionario cineasta, conocido por clásicos como "Mi vecino Totoro", "La princesa Mononoke" y "El viaje de Chihiro", continúa su legado de transformar la animación, entregando una experiencia cinematográfica única y emocionante.
"El niño y la garza" se revela como un fascinante autorretrato caleidoscópico, donde Miyazaki se presenta como un niño solitario, una garza cascarrabias y un anciano mago sabio. Este filme es una introspección profunda en su reino de sueños y locura, imbuido de una desconfianza cautelosa sobre en qué manos caerá. La trama se desenvuelve como una exploración sobre los elementos necesarios para dar forma al mundo que anhelamos, todo ello envuelto en la esencia cinematográfica que el mundo, sin duda, demanda.
Esta producción demanda cierta paciencia. La primera hora del film puede parecer un tanto extensa, repitiendo algunos puntos argumentales más de lo necesario antes de llevar a Mahito a su verdadero viaje. Incluso en la segunda mitad, hay momentos en los que parece que Miyazaki, como escritor, da vueltas sin avanzar, pero la paciencia se ve recompensada en escenas finales que impactan emocionalmente. Sin revelar demasiado, Mahito tiene la oportunidad de gobernar un mundo de fantasía, pero elige el dolor del mundo real. Esta elección encapsula la lección de la adultez, la conciencia de que no podemos vivir en tierras de personajes inventados y versiones fantásticas de quienes hemos perdido. Somos lo suficientemente fuertes para enfrentar la realidad. Tras regalarnos numerosas visiones, Hayao Miyazaki no nos insta a vivir en esos mundos animados; nos anima a vivir en el nuestro. Y aún podemos visitar los suyos cuando necesitamos un recordatorio de cómo vivir.